
Un viaje por los 17 tesoros de la Costa Brava
Hay lugares que simplemente hay que conocer al menos una vez en la vida. La Costa Brava, ese rincón salvaje del noreste catalán que abraza el Mediterráneo, está repleto de pequeñas joyas que enamoran a primera vista. No es casualidad que cada año miles de viajeros recorran sus caminos en busca de calas escondidas, pueblos de piedra y sabores auténticos.
En mi caso, tengo la suerte de vivir cerca de esta maravilla natural. Y lo que para muchos es un viaje único, para mí es casi un ritual: cada año volvemos a recorrer estos pueblos, algunos varias veces, disfrutando de su calma en temporada baja y de su energía vibrante en verano. Hay lugares que nunca cansan, y la Costa Brava es un gran ejemplo de ello.
Qué hace especiales a los pueblos de la Costa Brava
Los pueblos de la Costa Brava no son solo bonitos: tienen alma. Muchos conservan su arquitectura medieval o pesquera original, envueltos en un entorno natural privilegiado. Aquí el mar y la montaña se dan la mano, y el resultado es una sucesión de paisajes de postal: aguas cristalinas, calas escondidas, casitas blancas, caminos de ronda, plazas con historia y callejuelas de piedra.
Pero lo más especial de estos pueblos es cómo se viven. No es lo mismo visitarlos una vez que volver cada año, como hacemos nosotros. Cuando ya sabes cuál es el mejor rincón de Sa Tuna para ver la puesta de sol, o dónde comer pan con tomate en Peratallada sin turistas alrededor, es cuando realmente los disfrutas.
Mapa y ruta sugerida para recorrer los 17 pueblos
Aunque puedes hacer esta ruta en varios fines de semana o durante unas vacaciones de verano, lo ideal es tomarse el tiempo para saborear cada lugar con calma. Desde Blanes hasta Portbou, la Costa Brava se puede recorrer en coche, combinando trayectos costeros con incursiones hacia el interior.
Recomiendo comenzar por el sur (Blanes) e ir subiendo hacia el norte, terminando en Cadaqués. Eso sí, guarda tiempo para perderte por el Empordanet, donde joyas como Peratallada o Pals te robarán el corazón incluso lejos del mar.
Cadaqués: el rincón de Dalí y las casas blancas

Cadaqués es el icono por excelencia de la Costa Brava. Situado en el cabo de Creus, este pueblo de casas blancas y calles empedradas inspiró a artistas como Salvador Dalí, Picasso y Miró. Tiene algo magnético: un ambiente bohemio que mezcla tradición y vanguardia.
Pasear por su casco antiguo es como caminar por una galería de arte al aire libre. Aquí todo tiene un aire cinematográfico: las barcas varadas, las terrazas frente al mar, las callejuelas que suben hasta la iglesia de Santa María.
Aunque suele estar muy concurrido en verano, Cadaqués sigue teniendo rincones tranquilos si sabes dónde mirar. Y para los amantes del arte, la Casa-Museo de Dalí en Portlligat es una parada obligatoria.
Si quieres leer una recomendación de que podéis hacer en Cadaqués en un día, lee este post en el blog.
Begur y sus calas: Sa Tuna, Sa Riera y Aiguablava

Begur es uno de esos lugares que lo tiene todo: un centro histórico encantador, un castillo con vistas espectaculares y algunas de las calas más bonitas del Mediterráneo. Entre ellas, mi favorita en verano es Sa Tuna. Hay algo en esa cala de aguas turquesas, rodeada de casitas de colores, que te atrapa.
En los meses más calurosos, solemos escaparnos allí para pasar el día. Nos gusta llegar temprano, tomar un baño, y después sentarnos en una terracita frente al mar con una cerveza bien fría. Sa Riera y Aiguablava también son preciosas, cada una con su carácter, pero Sa Tuna tiene un encanto especial para mí.
Peratallada: piedra viva y esencia medieval

Si hay un pueblo que visito cada año, incluso varias veces, durante la temporada baja, ese es Peratallada. Es mi refugio. En otoño o invierno, cuando la mayoría de los turistas ya han vuelto a casa, pasear por sus calles empedradas en silencio es un lujo.
Peratallada conserva su esencia medieval como pocos. Las fachadas de piedra, los arcos, las torres, las flores en las ventanas… Todo parece detenido en el tiempo. A menudo, nos sentamos en la plaza mayor a tomar un café y simplemente observamos. Es un lugar perfecto para reconectar.
Si te interesa conocer los 7 pueblos medievales de Girona que parecen sacados de un cuento, lee este post en el blog.
Pals: historia y arrozales junto al mar

Muy cerca de Peratallada se encuentra Pals, otro pueblo medieval que se asienta sobre una colina y ofrece vistas espectaculares de los arrozales del Empordà. El casco antiguo está impecablemente conservado, y su Torre de las Horas es uno de los puntos más fotografiados.
En primavera, cuando los campos de arroz empiezan a llenarse de agua, el paisaje se vuelve especialmente fotogénico. La gastronomía aquí también es un punto fuerte: no puedes irte sin probar un buen arroz de Pals en alguno de sus restaurantes tradicionales.
Si te interesa conocer los 7 pueblos medievales de Girona que parecen sacados de un cuento, lee este post en el blog.
Tossa de Mar: castillo frente al Mediterráneo

Tossa es probablemente el pueblo costero medieval más espectacular de la Costa Brava. Su castillo y su recinto amurallado frente al mar son únicos, y el contraste entre la historia y las aguas azules del Mediterráneo es inolvidable.
Aunque en verano está muy concurrido, caminar por sus murallas o perderse por la Vila Vella es una experiencia mágica. Para mí, Tossa es uno de esos lugares que hay que ver al menos una vez en la vida.
Calella de Palafrugell: postal perfecta de la Costa Brava

Calella de Palafrugell es una de esas postales vivientes que parecen sacadas de una revista. Casitas blancas, barquitas de pescadores, calas de agua cristalina y chiringuitos donde el tiempo se detiene.
Es perfecta para una escapada romántica o un día de relax total. En verano, su ambiente es alegre sin ser agobiante, y fuera de temporada baja, mantiene ese encanto de pueblo pesquero auténtico.
Llafranc y Tamariu: elegancia y tranquilidad costera

Muy cerca de Calella están Llafranc y Tamariu, dos pueblos que comparten una elegancia serena y un ritmo pausado. Aquí no hay prisas. Los días pasan entre baños de sol, paseos por la playa y cenas a la luz de las velas.
Son ideales para quienes buscan descanso sin renunciar a la belleza. La caminata por el camino de ronda que une Llafranc y Calella es sencillamente espectacular, sobre todo al atardecer.
Palamós y su sabor marinero

Palamós es más grande que los anteriores, pero no por eso menos interesante. Aquí se combina el encanto de un puerto tradicional con una oferta cultural y gastronómica muy atractiva.
Si te gusta el pescado fresco, este es tu sitio. El Museo de la Pesca y el mercado de la lonja son paradas imprescindibles. Además, las calas cercanas, como Cala Estreta, son de una belleza natural desbordante.
Sant Martí d’Empúries: ruinas grecorromanas frente al mar

Este pequeño pueblo esconde una de las joyas arqueológicas más importantes de Cataluña: las ruinas de Empúries. Pasear entre columnas griegas y mosaicos romanos con el mar al fondo es una experiencia única.
Sant Martí es tranquilo, pequeño y lleno de historia. Ideal para una visita cultural que también te permite disfrutar de la playa.
Portlligat y El Port de la Selva: arte, mar y calma

Portlligat, el refugio de Dalí, es un lugar tan pequeño como fascinante. Su casa-museo es una visita imprescindible para entender mejor al genio catalán. Muy cerca, El Port de la Selva ofrece paisajes de montaña y mar que parecen sacados de un cuadro.
Son pueblos más alejados, pero si tienes tiempo, merecen mucho la pena.
Blanes y Lloret: entre jardines, calas y tradición

Blanes y Lloret de Mar son la puerta de entrada a la Costa Brava. Aunque más urbanizados, siguen guardando rincones llenos de encanto, como los jardines de Marimurtra o las calas escondidas entre acantilados.
Lloret, además, tiene un pasado indiano muy interesante y un casco antiguo que a menudo pasa desapercibido.
Rupit i Besalú: escapada medieval desde la costa

Aunque técnicamente no están en la costa, estos dos pueblos son ideales para una escapada desde la Costa Brava hacia el interior. Besalú es un espectáculo arquitectónico, con su puente románico y su judería, y Rupit parece sacado de un cuento medieval.
Ambos te muestran otro lado de Cataluña igual de fascinante.
Cuándo ir a la Costa Brava: temporada alta vs temporada baja
Como alguien que visita estos pueblos cada año y suele repetir fuera de la temporada alta, puedo decirte que el otoño y la primavera son momentos ideales. Hay menos gente, los paisajes siguen siendo espectaculares y los precios bajan considerablemente.
En verano, eso sí, es cuando la costa muestra todo su esplendor: playas llenas de vida, fiestas populares y mucho ambiente. La clave está en elegir bien el momento según el tipo de experiencia que busques.
Consejos para disfrutar cada pueblo como un local
- Madruga: las primeras horas del día son mágicas en estos pueblos.
- Evita agosto si puedes: julio o septiembre son más tranquilos.
- Habla con la gente local: muchos te contarán historias y secretos que no salen en las guías.
- Prueba la gastronomía regional: desde el suquet de peix hasta los arroces del Empordà.
- Camina: los caminos de ronda y las callejuelas medievales se disfrutan mejor sin prisa.
Un viaje que querrás repetir cada año
Visitar los 17 pueblos de la Costa Brava no es solo una lista para tachar: es una experiencia que te cambia. Y si tienes la suerte de vivir cerca, como yo, sabes que este viaje no es de una sola vez. Es algo que apetece repetir, explorar con nuevos ojos y compartir con quienes más quieres.
Porque la Costa Brava no solo se visita… se vive. Y créeme, cada año tiene algo nuevo que enseñarte.